miércoles, 16 de enero de 2013

Última tarde en Highbury


Cuando alguien me pregunta mi opinión en el eterno dilema Beatles-Stones, yo suelo descolgarme decantándome por el tercero en discordia en esa élite sesentera del pop británico: los fantásticos y nunca bien ponderados Kinks. Mi respuesta, no lo negaré, tiene algo de boutade y de intentar salirme por la tangente, pero también contiene una gran parte de convencimiento. Amo cada disco de los Beatles (unos más que otros, claro) y disfruto enormemente con los Rolling Stones, pero si tuviera que elegir el grupo cuyas canciones me han hecho disfrutar más a lo largo de mi vida, seguramente ese sería el de los hermanos Davies. Soy consciente de que probablemente las otras dos bandas posean trayectorias más sólidas, pero aquí ya entramos en el terreno de las sensaciones, donde se mezclan gustos personales y recuerdos. “A los Beatles se les admira, a los Rolling Stones se les respeta, a los Kinks se les ama”. En cierta ocasión le escuché esta frase al periodista Diego Manrique. La firmo ahora mismo.

Ray Davies, cantante y compositor principal de The Kinks, ha ejercido durante muchos años de mordaz e irónico retratista de la sociedad y las costumbres inglesas en canciones imprescindibles como ‘A well respected man’, ‘Sunny afternoon’, ‘Victoria’ o ‘A dedicated follower of fashion’. Esta última, según alguna interpretación, todo indica que errónea (algún día ahondaremos en el tema), estaba inspirada en George Best. Como ese perfecto pintor de la cotidianidad que siempre fue, Ray Davies también quiso plasmar sus experiencias en el templo donde había pasado tantas horas durante su vida y que en la primavera de 2006 estaba a punto de morir. Porque, para un aficionado del Arsenal, como Ray, el estadio de Highbury era un lugar sagrado y su demolición, un auténtico drama. Como muestra, un botón: en una ocasión, preguntado por su obra arquitectónica preferida, el mayor de los hermanos Davies eligió precisamente Highbury, el edificio art decó donde tantas tardes de fútbol dominical había disfrutado durante su infancia y adolescencia.

Ray en pantalón corto
A la hora de rendir homenaje a Highbury, el cantante de los Kinks aparcó el formato canción y eligió la prosa. También dejó un poco de lado su tradicional ironía para explotar su vía sentimental. El día anterior a que Highbury albergara su último partido, Ray Davies publicó un artículo en The Times, titulado ‘Lazy, sunny afternoons at Highbury’, donde volcaba en unos párrafos llenos de emoción su experiencia en el estadio del equipo de sus amores.

En el texto (fácilmente localizable en la red), Davies rememoraba su primera visita a Highbury, con 5 ó 6 años, de la mano (literalmente) de su padre. Ray traza el recorrido que siguió aquella tarde (“I remember going from Muswell Hill on the 212 bus down to Finsbury Park then making our way to the ground by foot...”) y recuerda cómo divisó por primera vez el estadio y el jolgorio de la muchedumbre al irse acercando.

El texto se convierte en una nostálgica carta de amor -hacia su padre, hacia sus colores, hacia Highbury, hacia el tiempo pasado (‘Where Have All The Good Times Gone’, cantaba ya Ray allá por 1965)- llena de recuerdos emocionados. Davies, que entiende necesario el cambio de estadio, pero no puede evitar mirar atrás con añoranza, narra cómo su progenitor le transmitió la idea del Arsenal y su estadio como algo sagrado e inamovible. También recuerda algunos momentos inolvidables vividos en sus gradas, como la vez que, junto a su hermano Dave, vio a los Busby Babes vencer al Arsenal por 5-4, pocos días antes del accidente aéreo de Múnich que acabó con la vida de la mayoría de aquellos jugadores del Manchester United.

George Best, Jimmy Greaves, Liam Grady, George Graham, Bob Wilson, Peter Storey, Johnny Giles, Charlie George, duelos míticos contra Ajax, Tottenham, Liverpool, Leeds... Nombres, partidos, jugadas y recuerdos se agolpan en la pluma de Ray, que culmina el artículo resignado: “Supongo que tendré que acostumbrarme”.

En el adiós definitivo a Highbury no cantó Davies, pero sí otro de sus compañeros de generación. Posiblemente el único grupo de la época que le puede discutir a The Kinks el tercer puesto en el panteón del pop sean los también londinenses The Who, fans reconocidos de la música de los hermanos Davies, de la cual reconocieron haber bebido en sus inicios. Roger Daltrey, cantante de los Who y gunner confeso e irredento, fue el encargado de componer una canción expresamente para la ocasión y de interpretarla a pie de césped antes de que las luces de Highbury se apagaran para siempre el 7 de mayo de 2006, tras jugar el último partido de la temporada contra el Wigan Athletic (un mes después tuvo lugar un último y definitivo partido benéfico a modo de epíligo). ‘Highbury Highs’ habla de las sensaciones vividas en el estadio y menciona a jugadores y entrenadores míticos como Charlie George, Tony Adams, Ian Wright, Henry, George Graham o el mismo Arsene Wenger. Aunque no estamos ante una cima de la música pop (no en vano eran Pete Townshend y John Entwistle, y no Daltrey, quienes componían habitualmente en The Who), la canción funciona muy bien como himno y rebosa emoción y respeto por la historia del club y el estadio que lo albergó durante 93 años. Los acordes de ‘Highbury highs’, acompañados por la voz de Daltrey, fueron las últimas notas musicales que los cimientos del viejo Highbrury escucharon por última vez.

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Foto: thefootballsupernova.com
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Texto publicado originalmente en el número 5 de Lineker Magazine.

1 comentario:

supersalvajuan dijo...

Me apunto esa frase de Manrique

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