Llevas mucho tiempo buscándola. No te vale cualquiera, porque quieres que sea perfecta. Sabes lo que buscas, ya has conocido a algunas así, y por eso no te conformas con esas otras que te gustan, que te valen para pasar un buen rato, pero que tienen algo que no te termina de llenar. No te erizan la piel y te ponen un nudo en el estómago. No te provocan ganas de abandonarte a ellas y olvidar el mundo exterior. A ti no te van las que se arreglan demasiado para camuflar su interior. Prefieres la sencillez, la belleza pura y simple. Entonces, cuando ya estás a punto de arrojar la toalla, cuando estás a punto de resignarte a no volver a sentir esa maravillosa sensación, aparece ella, preciosa y radiante: Starry eyes.
Y es que pocas veces encuentra uno una melodía tan luminosa y un estribillo tan redondo como en este primer single que los británicos The Records lanzaron en 1978, previo a 'Shades in bed' (1979), su disco de debut, que incluía otras perlas como 'Teenarama' o 'Up all night'. 'Starry eyes', que bajo su armonía alegre y brillante escondía una triste historia de reproches, desamor y ruptura, se convirtió en un éxito menor en Estados Unidos (puesto 56 en la lista Billboard) y ni siquiera entró en las listas inglesas.
Tras la relativa repercusión de 'Starry eyes' y algún cambio de formación, The Records grabaron un par de discos más, que pasaron con más pena que gloria. A pesar de algunas canciones notables ('Hearth in her eyes', 'The same mistakes', 'Selfish love'), la banda no volvió a rozar la gloria de 'Starry eyes' y se disolvió en 1982, pasando a la posteridad con la etiqueta de one hit wonder. Cuesta creer que los autores de una canción así tuvieran una vida tan efímera y apenas sean una nota al margen en el libro de historia de la música pop.
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