viernes, 18 de noviembre de 2011

Los Lagos de Hinault

Bernard Hinault se presentaba en la línea de salida de la Vuelta a España de 1983 como el hombre a batir. Con cuatro Tours, dos Giros y una vuelta ya en su palmarés, el bretón era el mejor ciclista del momento sin discusión. Su victoria en la ronda española en 1978 había supuesto su primera victoria en una gran ronda por etapas y ansiaba volver a ganarla para redondear su palmerés. Y es que hubo una época en que la Vuelta a España no era una ronda que peleaban ciclistas de segundo nivel, sino pieza codiciada de primeros espadas. Los rivales de Hinault en aquella edición eran el italiano Giuseppe Saronni y los españoles Julián Gorospe, Marino Lejarreta y el tristemente desparecido Alberto Fernández. Aquel año la organización de la Vuelta había incluido una llegada inédita en alto que con el tiempo se convertiría en clásica: los Lagos de Covadonga. Debido al favoritismo de Hinault y el parecido fonético con los Lagos de Enol, a alguien se le ocurrió bautizar el puerto como los Lagos de Hinault.

No fue muy feliz la ocurrencia porque el francés no pudo ganar aquella etapa y perdió más de un minuto respecto a Marino Lejarreta, vencedor en la cima. El Junco de Bérriz se convirtió así en el primer ciclista en inscribir su nombre en el mítico puerto. Aunque al final la cima asturiana se convirtió aquel año en los Lagos de Lejarreta, esta historia tuvo que marcar, sin duda, a Carlos Ynduráin (apellido ciclista donde los haya, por cierto) cuando decidió llamar a su grupo precisamente con ese nombre: Los Lagos de Hinault.

Antes formar Los Lagos de Hinault, Ynduráin estuvo en Portonovo, grupo que editó en 2004 un disco exquisito ('En aquellos tiempos siempre era fiesta') que se abría con una canción que ya mostraba reminiscencias ciclistas: 'La Flecha Valona'.

Portonovo se separó en 2006 y Carlos Ynduráin empezaría a grabar canciones que verían la luz en octubre de 2008 en forma de maqueta, donde brillaba la estupenda 'El verano no nos quiere'. Pocos meses después, ya constituidos en dúo con la incorporación de Matilde Tresca, salía una segunda maqueta, de título 'Semana fantástica'.

La rapidez con la que se habían grabado las maquetas hacía pensar en un inmediato debut de largo. De hecho, hace más de un año se hablaba de una inminente grabación con Guille Mostaza de productor. Aunque se ha hecho de rogar, el pasado martes 15 salió 'Vidas ejemplares', el flamante estreno de Los Lagos de Hinault en el sello Fikasound.

Carlos y Matilde
El disco, producido finalmente por Cristian Pallejá, arranca con el ritmo trotón de 'El correo del zar', canción ya incluida en su segunda maqueta, cuyos inspirados primeros versos ("a mí me pasa mucho que no sé diferenciar muy bien si te echo de menos a ti o a una etapa que se fue") ya apunta por donde van los tiros literarios: treintañerismo generacional y costumbrismo, inofensivo y naif las menos de las veces; irónico, mordaz y punzante las más.

'El verano no nos quiere' ("habrá que ver el Tour de Francia o el Mundial") y 'Las chicas rubias de Serrano' (canción que se nos antoja prima hermana de 'Adoro a las pijas de mi ciudad', de La Costa Brava, aunque con dosis extra de mala baba) son otros dos momentos álgidos de un disco que apenas alcanza la media hora y en el que Carlos y Matilde se reparten las voces.

Los más puestos en el indie rosa quizás los recuerden por su agria polémica con Ellos. A otros quizás la voz masculina les suene sospechosamente parecida a la de los enigmáticos Los Directivos. En Belfast Boy nos declaramos fans de Los Lagos de Hinault. En primer lugar, por la referencia vintage a nuestro amado ciclismo de los ochenta; en segundo, por tener canciones tan chulas como 'El correo del zar', 'La distancia sobrante' o nuestra favorita, 'Las chicas rubias de Serrano'. Y, por si fuera poco, por versionar a Las Chinas en 'Amor en frío'.


PD: Aquella Vuelta del 83 fue ganada finalmente por Bernard Hinault, después de una portentosa demostración, cuando todo parecía perdido para él, en una etapa trufada de puertos menores con final en Ávila, donde aventajó en 20 minutos al hasta entonces líder, un Julián Gorospe que se hundió en aquel aciago día y ya nunca volvió a ser el mismo.




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